El bosque de los suicidios, una idea malograda

bosque cartel 2Sinopsis: Convencida de que su hermana gemela aún está viva, Sara (Natalie Dormer) cruza el océano en su busca. La joven ha desaparecido misteriosamente en el legendario bosque Aokigahara, situado en la falda del Monte Fuji en Japón, un lugar en el que existen extrañas creencias ya que la gente suele acudir allí para suicidarse.

A pesar de las advertencias de todo el mundo para que no entre en el bosque, Sara acaba adentrándose en este lugar mágico y misterioso, decidida a descubrir la verdad sobre lo sucedido y cuál fue el destino de su hermana, con la que Sara tiene un lazo emocional muy profundo. Al hacerlo se enfrentará a las almas atormentadas de aquellos que han muerto en este lugar y que asedian a todo aquel que deambule por el bosque.

El seppuku, suicidio ritual japonés, formaba parte del bushidō, el código ético de los samuráis, y se realizaba de forma voluntaria para morir con honor en lugar de caer en manos del enemigo y ser torturado, o bien como una forma de pena capital para aquellos que habían cometido serias ofensas o se habían deshonrado. La consideración del suicidio como decisión moral es milenaria en el país del sol naciente, no extraña, pues, que, situado en la novena posición de mayor número de suicidios, darse muerte por mano propia goce todavía de bastante tolerancia entre la sociedad nipona. Hay en Japón toda una cultura del suicidio que se extiende desde los samurais a los kamikazes, desde las leyendas a la literatura, y llega hasta los suicidios colectivos concertados por Internet fundamentalmente entre adolescentes (sólo a raíz de estos ha empezado a problematizarse para la sociedad).

A caballo entre la leyenda y la realidad nos encontramos con Aokigahara también conocido como Jyukai (Mar de Árboles), el bosque que ocupa mas de 3.000 hectáreas en las faldas del Fujiyama y es elegido por decenas de personas para quitarse la vida. Ya en el Japón feudal, que duró hasta el siglo XIX, cuando tenía lugar una hambruna las familias más pobres se acercaban a este bosque para abandonar y dejar morir a los niños y personas mayores que no podían alimentar (práctica que nos hace pensar en la magistral La balada de Narayama).Aokigahara_fuji Desde el siglo XX su misterio fue abordado por la literatura, destacando el libro de Tsurumi Wataru titulado Kanzen Jisatsu Manyuaru (El Completo Manual del Suicidio, 1993), que ha vendido 173 millones de ejemplares en Japón, y que recomendaba Aokigahara  como el lugar perfecto para quitarse la vida. Desde 1950 se han encontrado cadáveres en el bosque, en 2003 se rompió el récord con 100 cuerpos. Para no alarmar a la población, el gobierno ha dejado de revelar todas las cifras de defunciones en el bosque y desde 1970 se realiza una búsqueda anual para recuperar los cuerpos. Y claro,  a esta triste realidad la envuelve la leyenda, leyenda sobre almas vagando en pena que se materializarían ante los que se adentran en este mar de árboles, algunos argumentan que el bosque está plagado de Yurei (fantasmas de la tradición popular japonesa) quienes regresan a la vida terrenal debido a la falta de una ceremonia funeraria adecuada o por cometer suicidio, con lo que persiguen a quienes se cruzan en su camino.

Con este material era inevitable que  alguien tuviera la idea de ambientar ahí una cinta de terror. Un entorno atmosférico de por sí, con el toque macabro de los restos humanos que allí se pueden encontrar y esa creencia en presencias sobrenaturales, trazan el marco ideal para un filme de género. Eso es lo que debió de inspirar al debutante Jason Zada su primer largo, que llega a nuestras carteleras este fin de semana. Zada, formado en la publicidad y los vídeos musicales, con tres cortos en su haber, y 10.000.000 de presupuesto, se aventura en las aguas procelosas del thriller psicológico. Sin embargo, no obtiene el resultado deseado.

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No fallan los hilos (es sólo una anécdota que el bosque tuviera que ser recreado en Serbia por la negativa de las autoridades japonesas para rodar en la localización real), de hecho logra momentos verdaderamente atmosféricos, pero sucumbe a la tentación de recurrir al susto fácil y previsible. Zada desaprovecha las posibilidades que ofrece el entorno, su carácter fatídico y su aura de misterio. El bosque de Aokigahara tiene una historia por contar (de hecho varias que ya se han adaptado al cine con mayor o menor fortuna), pero esa historia no es la que nos presenta el debutante. La trama peca por ambición, por haber mezclado el fatalismo del bosque con la exposición de la relación de los gemelos univitelinos que siempre ha sido propicia a darle un aire extrasensorial y haber añadido, además, subtramas que no quedan bien resueltas (sobre el personaje de Eoin Macken se generan unas expectativas de intriga que a tenor del resultado solo podemos calificar de innecesarias). Quiere jugar a las repetidas vueltas de tuerca pero, más que provocar la sorpresa del espectador, lo único que consigue es darle al guion un tono confuso y enmarañado que desluce el misterio. Zada malogra las buenas ideas que podían haber entramado la historia y nos trae una cinta fallida que no puede generar más que decepción.

Un planteamiento prometedor que se asfixia por su mal desarrollo, eso es El bosque de los suicidios, de la que sólo puede salvarse la interpretación de Natalie Dormer que hace todo lo que puede para darle entidad a su personaje. Una verdadera lástima.

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